miércoles, 30 de enero de 2008

¡Qué mala es la abundancia...¡

Esta mañana volvía yo a casa andando después de hacer unas pequeñas gestiones bancarias para el tema de mi casa y, en el escaparate de una tienda de regalos, he visto, expuesto en una orilla, un pequeño detalle que me ha gustado: Era una flor, construida en material de cerámica puesta dentro de un pequeño cuadro, como si se tratase de una flor pintada en un cuadro pero en vez de ser pintada era en relieve. Me ha gustado y he entrado a comprarla. Quería regalársela a mi señora.

Dentro había una señora mirando cosas con su hijo pequeño, un niño de unos 6 u 8 años, no tendría más.

El niño ha empezado a decirle a su madre que quería algo de un apartado en el que había juguetes. La madre ha comenzado a decirle, con mucho mimo y suavidad que no, que no era posible.

El niño ha comenzado a gritar a su madre y, chillando, le exigía el juguete en cuestión.
La madre volvía a decirle, con suave voz y con mucha calma que no podía, que ahora no llevaba dinero, que otro día...

El niño cada vez gritaba más, se movía nervioso, gritaba, gesticulaba, la dependienta sonreía nerviosa...resumiendo: la madre ha acabado comprándole al niño el juguete y, por lo que yo estaba oyendo, no era nada barato.

Ni se lo ha envuelto la dependienta. El niño lo ha cogído y se ha ido con él a la calle mientras la madre pagaba y trataba de "disculpar" y "justificar" al niño, colorada como un tomate.

Se ha marchado y yo he comprado el regalo de la flor para mi señora.

Mientras lo envolvía la dependienta le he dicho:

- A ese niño, si la primera vez que se puso de esa guisa le hubieran pegado dos buenos guantazos, esta escena no habría tenído lugar...

- La verdad es que sí. Yo estaba nerviosa perdida y sin saber qué hacer. Ha sido una situación muy violenta. -me ha respondido la dependienta.

Dios mio, qué malo es tener todo y de todo y qué malo es el no saber valorar las cosas, ni el precio de las cosas ni el precio del dinero.

El peor favor que se le puede hacer a un hijo es darle todo cada vez que abre la boca. El hijo tiene que aprender a valorar todo, a saber ganarse lo que quiere. A saber que todo tiene un precio y que el que algo quiere, algo le cuesta. Y que si él pide cosas constantemente tiene que saber que, en contraposición, algo tiene que dar a cambio. No podemos resumir la cosa en un "yo pido, tú me das, y punto final".

En el caso que nos ocupa, yo habría aplicado el siguiente refran: "Ante el vicio de pedir, la virtud de no dar". En el fondo, ese niño me da mucha pena. ¡¡No sabe lo que le espera en esta vida¡¡. Pero más pena creo que me dan sus padres.

He llegado a casa y, entrando como el que no quiere la cosa, he dejado sobre la cama del dormitorio el regalo de la flor para mi señora, confiando en que, más tarde o más temprano, lo encontraría, como así ha sido.

Mis dos hijas, en La Capital, las dos bien, gracias.

Feliz semana