martes, 27 de julio de 2010

De peluqueros

Hace unos días, mi señora me dijo que había que cortar el pelo a nuestra perrita de raza Westy, y como en casa soy yo quien tiene SIEMPRE la última palabra, le dije muy serio y como haciéndole un favor enorme:

- Lo que tú digas, cariño. Pido vez y mañana le cortamos el pelo.

Y dicho y hecho. Llamé, pedí vez, y nos dijeron que para mañana a las 10:00h. de la mañana. Y a esa hora, allí que nos presentamos con nuestra perrita.

La dejamos, nos dieron un tiempo de hora y media para poder pelear con ella, nos fuimos a hacer unas compras y a tomar unos cafés y, al cabo de hora y media, volvimos. Y allí estaba nuestra perrita, más guapa que todas esa modelos que salen en las pasarelas Cibeles y en los desfiles de Milán y no sé cuantas cosas más. Preciosa, saltando y tratando de subirse a nuestros brazos, huyendo de las tijeras del peluquero canino y de sus manos, desconocidas para ella.

Hablamos con el peluquero, nos dio una serie de consejos, le pusimos la correa a nuestra perrita y, tras pagar, directamente al coche para volver a casa.

Y aquí la tienen ustedes, sentadita en el porche de casa, a la sombra, presumiendo de corte...y de dueño.

null

Feliz semana.