lunes, 20 de septiembre de 2010

Adios, Labordeta.

Ha muerto José Antonio Labordeta. Ha muerto un buen hombre. Ha muerto una gran persona. Ha muerto un hombre, simplemente. Un hombre grande, honesto y sencillo. Y eso no es habitual.

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Yo lo conocí allá por los años 70, en Barcelona, dando un pequeño recital a un reducido grupo de estudiantes en uno de los salones de la Universidad de Barcelona. Allí, de pie, apoyando su pierna izquierda en una silla y la guitarra en esa misma pierna, nos cantó canciones de amor, de libertad, de entrega, de paisajes, de cielos, tierras y personas. Allí, con su mirada franca y su voz recia, con los acordes de su guitarra y con las letras de sus canciones, nos mantuvo en silencio y atentos durante un par de horas, soñando.

Hace cosa de tres o cuatro años, andaba yo por Zaragoza y me lo encontré, paseando por el Paseo de la Independencia, muy cerquita de la Plaza de España, con su andar tranquilo, saludando a todos y hablando con todos, con su mirada franca y abierta, con su sonrisa siempre a flor de piel. Las manos en los bolsillos de su chaquetón y su gorra enfilando y apuntando hacia adelante, como siempre iba él, de frente.


Allá donde estés, José Antonio, serás feliz. Seguro.

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