lunes, 31 de agosto de 2015

Hace calor...


Hace calor, mucha calor.

Si miras por la ventana, aparentemente no hace calor porque está totalmente nublado, el cielo está cubierto y con nubes plomizas que no te dejan ver el azul del fondo ni el brillar del astro rey, pero si sales fuera...¡¡madre mía, te puedes morir¡¡

El aire que hace, no mucho, viene cargado de altas temperaturas que te acarician la piel como con un paño de cocina, de esos que empleamos para apartar sartenes, cacerolas, pucheros...del fuego de nuestras cocinas.

Al entrar en casa notas la diferencia térmica. No es mucha, porque la verdad es que dentro de casa también hace calor, pero es suficiente para que se agradezca el hecho de cruzar la puerta de casa dejándonos sentar en nuestro sillón preferido olvidándonos del horno templado del exterior y agradeciendo el "frescor", no tanto, del interior.

Cuando dentro de un mes, o dos, empiecen los fríos otoñales e invernales, nos acordaremos de estos momentos y siempre saldrá uno diciendo: "Pues yo prefiero la calor". Y siempre saldrá, igualmente, otro que diga: "Pues yo prefiero el frío".

Nunca hace calor o frío al gusto de todos.

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